La constitución de cada persona se manifiesta en el color y la textura del iris. El color indica rasgos hereditarios y acusa el grado de impureza, es decir, la impregnación de tóxicos en la sangre y en los tejidos. El color de los ojos debe ser limpio y brillante, esto sería indicativo de pureza en la sangre.
Respecto al iris, la contextura o densidad es el factor más importante ya que representa el grado de integridad de los tejidos y órganos del cuerpo. Un iris donde se observan las fibras abiertas indica una mala constitución y una mayor predisposición a padecer enfermedades y a una recuperación más lenta ante ellas.
El estado del organismo se manifiesta en el iris debido a la información que le llega a través de los filamentos nerviosos. Cualquier anomalía significa una alteración del sistema nervioso que es reflejado en todo el organismo. Nuestro iris regoge estas alteraciones y, con una correcta interpretación de dichos signos, se puede apreciar el lugar de la alteración y su intensidad.
Según una serie de puntos, líneas, manchas, coloraciones y decoloraciones surgidas en la estructura irídica y conforme a una topografía particular, puede determinarse la calidad de la enfermedad. Asimismo, el iris también permite apreciar la vuelta a la normalidad de los enfermos, especialmente aquellos tratados mediante técnicas naturales, ya que los que han sido tratados con fármacos sanan aparentemente pero no eliminan la causa y sigue reflejada la enfermedad en el iris.
Esta técnica requiere de una profunda preparación y una larga experiencia. Los expertos encuentran la más leve anomalía y pueden discernir si ésta fue heredada, si quedó como residuo de una enfermedad pasada o si se trata de un proceso en evolución.